Y se levantó Jesús, y le siguió con sus discípulos. Y he aquí una mujer enferma de flujo de sangre desde hacía doce años, se le acercó por detrás y tocó el borde de su manto; porque decía dentro de sí: Si tocare solamente su manto, seré salva. Pero Jesús, volviéndose y mirándola, dijo: Ten ánimo, hija; tu fe te ha salvado. Y la mujer fue salva desde aquella hora.
Mateo 9:19-22
Que diferencia puede haber en un día. Durante la mayor parte del año, Jesús estuvo situado en la región de Galilea, con Capernaum como su ciudad de residencia. A donde quiera que iba, la gente clamaba para verlo o tocarlo. Cuando siguió al gobernante a su casa, una multitud de personas lo siguió junto con él. Si pudiéramos imaginar la escena, probablemente hubiera sido caótico con todas las personas que lo rodeaban. Sin duda hubo mucha charla entre la gente mientras caminaban con entusiasmo para ver qué pasaría en la casa del gobernante.
Lo que los médicos no pudieron sanar …
En algún lugar, entre esa multitud había una mujer desesperada. No sabemos su nombre, su edad o su apariencia. Lo que sí sabemos es que ella había estado sufriendo una hemorragia durante doce largos años. Sabemos que ella se había pasado la vida con “médicos” y que solo había empeorado. También sabemos que ella era una mujer de fe, porque se había esforzado a través de toda la multitud para tocar la vestimenta de Jesús porque creía que si solo podía tocar Su vestimenta sería sanada. Ella lo hizo, y fue sanada, y cuando tocó el borde del manto de Jesús, Él supo que un poder había salido de Él porque dijo: “¿Quién me tocó?” Unos habían chocado contra Él pero ninguno recibió nada al hacerlo; solo la mujer que creyó. (Una nota interesante al margen de esta historia es que a pesar de que salió poder de Jesús para sanar a la mujer, Su poder no disminuyó).
Jesús se volvió y vio a la mujer y le dijo: “Ten ánimo, hija; tu fe te ha salvado”. Y la mujer fue salva desde aquella hora. Que cosa tan poderosa es la fe en Cristo; la tienes, úsala. Amén.